¿Por qué paran los maestros?

Desde el pasado 16 de mayo, los profesores del Distrito empezaron a marchar por las calles de Bogotá. El presente análisis explica qué hay detrás de esta situación.

Hace algunos años, la palabra paro se usaba de manera coloquial en las conversaciones de los vallecaucanos como sinónimo de pretexto. Los amigos le decían a uno: “necesito un paro para ir a visitar mi novia”, lo cual significaba: “necesito un pretexto, una excusa, para ver a mi amada”. En esta oportunidad de crisis permanente del sector educativo, habría que empezar a comprender que el paro es la herramienta más importante a la cual acuden los maestros de manera recurrente para reclamar sus derechos. En mi opinión, el paro también puede ser una excusa para hacer de éste un ejercicio de reflexión pedagógica que permita al país entero entender los pormenores de esta problemática y, de contera, para hacer una evaluación de la misma.

La revisión y evaluación debe comenzar por entender cuál es papel del Ministerio de Educación Nacional (MEN), de las entidades territoriales certificadas y de las instituciones educativas.

El MEN, como entidad rectora del sector, financia la educación pública con recursos provenientes de Sistema General de Participaciones Territoriales (SGPT). Con estos recursos se pagan la nómina de maestros, la seguridad social y los programas destinados al mejoramiento de la calidad. También transfiere parte de esos recursos, llamados de calidad, a los municipios y departamentos certificados para financiar programas como el de alimentación (PAE), el transporte escolar y la infraestructura, entre otros. De igual manera transfiere un pequeño rubro, llamado de gratuidad, para que las instituciones públicas lo administren pagando los servicios, papelería, útiles de aseo…

Si bien es cierto que el presupuesto para educación se ha incrementado de manera significativa en la administración Santos, también es cierto lo que dicen el presidente y su ministra frente a esta crisis: que no hay plata para cumplir con los compromisos que demanda el magisterio.

Pero el presidente y su ministra deben entender que los recursos públicos se deben invertir de manera eficiente, porque lo que sucede es que el MEN y la mayoría de las entidades territoriales invierten en programas y proyectos, algunos oportunos e interesantes, a pesar de que en su mayoría no mantienen la continuidad, que lastimosamente sirven para que funcionarios públicos y entidades privadas se alcen con los recursos de la educación de los más pobres y son programas y proyectos que robustecen la corrupción. En esa medida, frenar la corrupción es la única puerta para llevar a cabo el sueño del país mejor educado.

Por otra parte, no estoy en contra de la jornada única, porque es muy loable lo que dice el presidente de que haya más horas de escolarización. Eso, por supuesto, redunda en la calidad, pero será difícil concretar esta meta cuando ni siquiera se está cumpliendo con la jornada normal por falta de docentes, por instalaciones ruinosas y mediocridad en las prácticas de aula. Estamos educando a seres del siglo XXI con metodologías del siglo XIX.

Cada vez que se construyen políticas públicas de cualquier sector se dice que se convocó a las comunidades, las regiones y todos los actores involucrados. Supondría que aquellas políticas responden a sentires regionales; sin embargo, los programas se planean desde el centralismo bogotano, al margen de los contextos donde han de desarrollarse, lo que los hace incoherentes, inoperantes, con poca posibilidad de impacto social. Recordemos lo que dejó el caso de las guías para la salud sexual y reproductiva: una ministra fuera del gabinete, un alboroto social, unas cartillas en la biblioteca del olvido que seremos y un dinero perdido.

No podemos negar que se han hecho ingentes esfuerzos para mejorar el ingreso a la carrera docente vía concursos y reconocer estímulos para promover los ascensos. Pero lamentablemente nos hemos dado cuenta de que las entidades territoriales, que son las que tienen las competencias para nombrar a los docentes, no lo hacen, y a la hora del concurso sí esconden las plazas para seguir manejando la politiquería con las plazas provisionales, desviando, una vez más, los recursos provenientes del rubro de calidad. Es así como la meta de “Colombia, la mejor educada”, la apuesta estratégica más importante del país después de la firma del Acuerdo de Paz con las Farc, se puede ver truncada por la manera como se vienen tratando las problemáticas educativas. Y la paz, lo reitero una vez más, y en esto coincido con el presidente Santos, pasa por el liderazgo de docentes y rectores en cada uno de los territorios del país.

Por todo lo anterior, considero que es necesario diversificar las maneras de luchar contra el incumplimiento del Estado y dejar de ser monotemáticos recurriendo siempre al expediente de los paros como única forma de lucha. La invitación es hacer oposición desde la proposición. Ya es hora de cambiar la frase “estoy en contra de”, por la expresión “estoy a favor de”, con propuestas organizadas que generen resultados visibles en temas como la innovación, la inclusión y la investigación de aquello que pasa en el ámbito educativo, y sobre todo lo que acontece en el aula.

Si de movilizaciones se trata, lo primero a movilizar es el corazón, pues se ha demostrado que, frente a la lógica de la corrupción, es necesario oponer la lógica de la razón, del corazón y del sentido común, y serán éstas justamente las vías más eficaces para derrotarla.

Nunca podemos olvidar que nuestro papel fundamental es estar al lado de la verdad, de la familia, de la sociedad, del país.

Educad al niño.

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